Ofrenda típica
Durante la era prehispánica, pasando
por la época colonial y hasta nuestros días, los alimentos suelen ser muy
variados y en nuestros días varían según los gustos y las regiones de la
república, en donde la tradición culinaria de la región cuenta mucho. Así mismo
su variedad radica en las costumbres de quién las coloca. No importa si es
grande o chica, pobre o rica, ya que la ofrenda de muertos se prepara y se
exhibe para agradar a los difuntos que puntuales llegan a visitarnos cada año,
se disponen artísticamente las flores, las velas y veladoras las fotografías,
el papel crepé, las vasijas, los platones, las botellas y sobre todo los
alimentos que habrá de consumir el goloso espíritu visitante. Así, lo más común
es que en altares domésticos se coloquen exquisitos panes, tamales de todos
sabores y colores, atoles espesos y humeantes guisos de diferentes clases,
desde los exquisitos moles hasta los nopalitos preparados de diversas maneras,
dulces sabrosos de calabaza y tejocote.
Generalmente el altar se divide en dos niveles marcados
por una mesa y el suelo, que según la tradición popular representan el cielo y la
tierra respectivamente. Es por ello que en la mesa se localizan las imágenes de
los muertos en culto, así como los elementos agua y fuego representados por
líquidos como el atole, pulque, agua u otras bebidas, y por velas, ceras y
veladoras. Sobre el suelo se colocan los elementos que simbolizan el aire
y la tierra: incienso y mirra, Sahumerios, semillas y frutas.
El día 31 de octubre al medio día, se colocan sobre una
mesa aquellos objetos destinados al culto de los niños difuntos: flores
blancas, vasos con agua y un plato con sal. Cada vela que se enciende
representa a un niño muerto. Se enciende además el sahumerio con copal e
incienso.
Por la tarde se ofrece una merienda a los niños, donde se
incluye como pan, atole, chocolate, tamales de dulce y frutas. Nuevamente se
enciende el sahumerio.
Al día siguiente, el 1° de noviembre, por la mañana, se
sirve el desayuno de los niños, antes de que sus almas regresen al lugar que
pertenecen. Entre los alimentos que se colocan están el pan, atole, chocolate,
tamales y frutas. Al medio día la mesa se adorna con flores amarillas con las
que se indica la llegada de los difuntos adultos; se colocan candelabros negros
con velas grandes, agua y sal; más tarde se ofrendan frutas, pan, conservas y
tamales.
El 2 de noviembre al medio día las almas de los difuntos
adultos son despedidos con una comida en donde se pueden encontrar una gran
variedad de guisos mexicanos, entre los que destacan el arroz, mexicano en su
preparación, cocinado de diferentes maneras; mole con pollo o guajolote,
pozole, frijoles de olla, tortillas, frutas como jícamas, tejocotes,
cacahuates, dulces entre los que aparecen las tradicionales calaveritas de
azúcar o chocolate, cocadas, calabazates, limones rellenos, camotes, amaranto,
jamoncillos (dulce de leche), calabaza en tacha, peras e higos cristalizados,
tamarindo, arroz de leche y conservas de tejocote, guayaba o durazno.
Igualmente hay aperitivos como cerveza, el tradicional pulque, tequila o la
bebida favorita de aquellos seres queridos. No podían faltar los cigarrillos
para quienes acostumbraban fumar…